Cada palabra aumenta el dolor y una lágrima quiere salir.
No, no es necesario que lo entienda, porque nunca le ha servido la razón al corazón; el corazón no piensa. No, mi vida, ¿para qué te esfuerzas? no me tienes que explicar siempre tu libertad, por mucho que eso duela. Y sí, entiendo que quieres hablar, que a veces necesitas saber de mí, pero no sé si quiera saber de ti, y vivir así, seguir así… pensando en ti. Suelta mi mano ya, por favor, entiende que me tengo que ir.