Si encontrás algo más fino que el filo de tu silencio, sólo entonces te amaré.
Rebuscada tu respuesta, tanto como tu cabeza, tenías que ser mujer.
Yo sólo quería unos mimos, un suspiro de tu ombligo, una sopa con sabor.
Eras un rompecabezas disfrazado de princesa, eras puro rocanrol.
Nunca vio la luz, no sintió el calor, no sufrió el dolor, no vivió el morir.
Muy grande la cruz, muy chico el honor; enana actitud de vivir mejor.
Ya había encallado mi barco en medio de tu pollera. Nunca fui buen capitán.
Aunque a veces digo basta, en las noches de subasta me la juego hasta ganar.
Como toda señorita eras bien histeriquita, eras una ola en el mar.
Siempre cinco para el peso. Siempre abrazo, nunca un beso, y ahora ni torta ni pan.
Ni este amor que nunca vio la luz.
Sólo me quedan recuerdos de ese sueño momentáneo, viejos tiempos de adicción.
A planteos poco cuerdos, al placer del desengaño, a la dulce confusión.
Sólo me queda el consuelo de saberme muy tranquilo, yo ya sé que la peleé.
Me pensaba que era el ciego, me pensaba que era el pueblo, que era el tuerto y que era el rey de este amor que nunca vio la luz.